Durante décadas, el deporte fue un terreno desigual para las mujeres: menos visibilidad, menos recursos y muchos más obstáculos. Pero en los últimos años, la historia ha cambiado. No solo hay más mujeres compitiendo a nivel profesional, sino que están rompiendo récords, llenando estadios y ocupando titulares. Y lo más importante: están inspirando a una nueva generación.
Según datos del Consejo Superior de Deportes, la participación femenina en competiciones federadas en España ha aumentado en más de un 30% en la última década. En los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, el equipo español estuvo compuesto por un 49% de mujeres, el porcentaje más alto de la historia. Y si miramos hacia París 2024, se espera que ese número incluso supere al de hombres.
El informe del Observatorio de Igualdad en RTVE reveló que la cobertura del deporte femenino ha crecido un 70% desde 2018. Sin embargo, solo representa un 15% del total de noticias deportivas emitidas en televisión. Aunque queda mucho por hacer, las figuras como Alexia Putellas, Mireia Belmonte o Alba Redondo están cambiando la narrativa.
Marcas y patrocinadores están empezando a ver el potencial del deporte femenino. En 2023, Iberdrola renovó su acuerdo con 32 federaciones deportivas femeninas, y ligas como la Liga F (Primera División femenina de fútbol) ya tienen contratos televisivos millonarios y salarios más dignos para sus jugadoras.
Este cambio no solo se mide en estadísticas. Se nota en los colegios, en las pistas, en los clubes. Hoy, más niñas practican deporte con regularidad y sueñan con ser campeonas. Tener referentes visibles ha roto la idea de que el deporte de alto nivel es solo “cosa de chicos”.
El avance femenino en el deporte también ha impulsado cambios sociales: apertura sobre salud mental, menstruación, maternidad en el alto rendimiento o discriminación. Las deportistas ya no solo compiten, también hablan, protestan y exigen. Porque el deporte también es un espacio de lucha.